Sabes diferenciar un problema de un conflicto?
La mayoría de ocasiones en las que nos
enfrentamos a problemas interpersonales, la falta de éxito en la
resolución es tan solo una cuestión de “definición”. Cuando nos
enfrentamos a una situación difícil, nuestras emociones negativas se
disparan y a veces nublan todo aquello que sí es importante,
conduciéndonos a la total paralización frente a la dificultad. De
repente nos sentimos atrapados, ahogados, no encontramos soluciones
pero… ¿Frente a qué estamos?
Sabes lo que es un conflicto?
Se trata de dos puntos de vista
(mínimo) diferentes frente a una misma situación. No es más que eso. Por
lo tanto… ¿Cuántos conflictos atravesamos a lo largo de un día? Los
conflictos nos rodean, viven con nosotros, son parte del ser humano y
además son una potente fuente de aprendizaje… si están bien enfocados.
Como diría Freud: “Si dos individuos están siempre de acuerdo en todo,
puedo asegurar que uno de los dos piensa por ambos”.
Por lo tanto, tenemos que aceptarlos y saber gestionarlos.
Pero...
...Cuál es la solución de un conflicto?
Lo obvio a veces es lo más importante:
la resolución de un conflicto es tan simple y tan compleja como “llegar a
un acuerdo”. A veces nos enroscamos en discusiones eternas que no
llevan a ninguna conclusión, solo por tener “la razón”, cuando en la
mayoría de ocasiones “la razón” es totalmente secundaría, casi todos los
conflictos a los que nos enfrentamos puede ser resueltos mediante un
acuerdo.
Los acuerdos implican que las dos
partes, hay que hacer hincapié: las dos, deben renunciar a algunos
conceptos, a alguna prioridad, para conseguir el bien común… Toda
resolución acarrea consecuencias, pero esas consecuencias no invalidan
el acuerdo, es decir: me enfrento, negocio, y pierdo una parte a la vez
que gano otra. La parte que pierdo es solo una consecuencia, por lo
tanto no tiene el poder de hacer tambalear el acuerdo.
Pero...
...Qué pasa si el conflicto es interno?
Parece más complejo pero en esencia es
la misma estructura: tengo dos puntos de vista diferentes frente a una
misma situación, entonces, ¿Qué pretendo? La respuesta es la misma: sí,
llegar a un acuerdo. Para ello tengo que valorar alternativas y adoptar
una decisión, aunque ésta conlleve consecuencias que impliquen pérdidas.
Las pérdidas son asumibles, pues las ganancias se valoraron en conjunto
y el saldo salió positivo.
Por lo tanto...
...De qué sirven el autocastigo o la autocrítica?
De nada.
Es cuestión de aceptar y validar las
consecuencias. Al igual que en los conflictos que resolvemos de modo
externo, nos encontramos con ganancias y consecuencias que debemos
aceptar, en los conflictos internos ocurre lo mismo: la consecuencia es
inherente a la resolución, por lo tanto debemos aceptarla y no
castigarnos con ella contaminados por la emoción. La resolución se lleva
a cabo libre de emoción, en frío y valorando las alternativas, por lo
tanto la crítica que nos produce la aceptación de consecuencias no solo
es innecesaria sino que también es evitable.
Pero entonces...
...Qué es un problema?
Entendemos por problema una situación que se presenta y “en este momento”, “en este momento”, no tiene solución.
...Qué hacemos?
Volvemos a lo obvio y no menos
importante: buscar la solución. En este caso lo primero es plantear una
meta, dónde quiero llegar, cuál es mi objetivo, qué quiero conseguir.
Una vez establecida la meta, ponemos en práctica las posibles
alternativas para llegar a alcanzar la solución de nuestro problema, las
valoramos, las sopesamos y entonces nos ponemos en marcha. Al igual que
en los conflictos la emoción actúa como enemigo paralizante. La
resolución a veces será sencilla y otras no, pero no por ello deja de
ser válida nuestra meta. El camino puede ser difícil, pero seremos
constantes si sabemos dónde queremos llegar.
No obstante al igual que aparecen dos
tipos de conflictos (internos vs. externos), nos encontramos con dos
tipos de problemas: los que tienen solución y los que no. Ya sabemos qué
hacer con los primeros pero, ¿Qué pasa con los segundos?, ¿Podemos
hacer algo? La respuesta es sí, y se llama aceptación. No podemos
solucionar la pérdida de un ser querido ni podemos recuperar algo que se
nos perdió… pero sí podemos aceptar la realidad y hacer más pequeño su
impacto en nuestras emociones, sólo así generaremos nuevas
alternativas.
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